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Las mujeres ya pueden ser presidentas sí, pero ¿algo más?

El FMI declara que es necesario que las mujeres se incorporen al empleo. La OCDE otro tanto. Ayer lo repetía FElipe Gonzalez, y declaraba que el Siglo XXI será de las mujeres. Hay innumerables estudios sobre lo que aumentaría el PIB si eso se produjera en condiciones de igualdad con los hombres.

Ya se conoce ampliamente, y se resalta frecuentemente, la mayor capacitación femenina, porque es verdad que las mujeres obtienen mejores resultados académicos y en muchos países ya tienen más nivel de formación. Y no hablemos de las loas a la seriedad, la responsabilidad hacia su familia, hasta el punto de que los programas “focalizados” de lucha contra la pobreza otorgan a las madres (y no a los padres) las llamadas “transferencias monetarias condicionadas” porque, opina el Banco Mundial, ellas las administrarán mejor a favor de sus criaturas.

Así que todo parece indicar que las mujeres se han ganado, si no todo el siglo, que nadie pretende quitar su parte a los hombres, sí la mitad que les corresponde. Hacia dónde vamos? Desgraciadamente en sentido contrario. Es cierto que unas pocas mujeres pueden llegar a lideresas de partidos políticos o a presidentas. Esta situación está ya tan normalizada que ni siquiera es objeto de especial atención el hecho de que en países importantes como Chile la contienda electoral se esté desarrollando entre dos mujeres, o que en España las dos personas políticas más valoradas sean dos mujeres (Rosa Diez y Uxue Barkos), y no es la primera vez que es una mujer la más valorada (María Teresa Fernandez de la Vega lo fue por mucho tiempo).  Pero es igualmente cierto que la mayoría de las mujeres no llegan a tener un empleo decente; y mucho menos pueden compatibilizar su empleo con la maternidad. Se impone aquí la famosa e ilustrativa frase feminista: «¡las niñas no queremos ir al cielo, queremos ir a todas partes!»

También es cierto que la mayoría de los hombres (que tienen trabajos precarios, aunque estadísticamente menos precarios que los femeninos) no podrían compatibilizar su empleo con una paternidad responsable, empezando porque en la mayoría de los países, incluido España, solamente tienen unos días para estar con sus criaturas, y después los horarios de trabajo no dan para llegar a casa a tiempo de verlas despiertas.

¿No son estos problemas importantes? Para la ciudadanía sí, pero nuestros gobernantes siguen sin hacer mucho más que estudios, declaraciones y comisiones parlamentarias que concluyen con la necesidad de que se realicen «los estudios económicos oportunos»; una pescadilla que se muerde la cola.

Así que no parece que las cosas pinten muy bien para el avance de la la mayoría de las mujeres. Tampoco de la mayoría de los hombres. Si acaso de unos pocos, pero ni eso, porque este modelo es insostenible. La avaricia rompe el saco.

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