Parece que el Gobierno está aireando un estudio que supuestamente demostraría que algunos crímenes machistas se producirían como resultado de la difusión de uno anterior en los medios de comunicación. Lo llaman el efecto ‘imitación’ o ‘emulación’.
Ya han contestado muy bien las feministas que llevan toda su vida dedicadas a este tema, como Ana María Perez del Campo o Consuelo Abril. Me uno a su indignación y a sus argumentos. Me uno a su alarma porque estoy convencida de que si algo puede darnos esperanza es justamente el diferente tratamiento mediático que tienen en España los asesinatos de mujeres. Mientras sigamos contando las muertas públicamente, mientras cada crimen sea un escándalo que nos hace reflexionar, mientras mantengamos el debate vivo, tendremos más posibilidades de éxito en la lucha por medidas efectivas de prevención y de protección de las víctimas.
La noticia me recuerda algunos comportamientos infantiles: ‘Mamá, no contestes’, ‘Mamá, no digas nada, que se va a enfadar más’… Los niños/as tienen esas reacciones: con su mente apegada a lo inmediato, sueñan con que termine todo. ‘Mamá, calla, cerremos los ojos para que no se nos vea’… Cuando crecemos, nos damos cuenta de que hasta la persona más esclava tiene un límite, y de que es imposible el sueño infantil de tener una mamá que exista pero que no exista. Y también comprendemos que el motor del maltratador no es la actuación de la víctima, ni mucho menos la de los vecinos o los medios de comunicación. El motor de los maltratadores es su propia rabia y su sensación de dominio e impunidad. Cuanto más nos callemos, más libres tendrán las manos.
Quizás le molesten las estadísticas al Gobierno. Podrán intentar esconder las cifras, pero cualquier paso en esa dirección será criminal. ¡Una vuelta más de tuerca en el cambio de rumbo!