Susana fue asesinada por su ex-pareja la semana pasada. Y a raiz de este nuevo caso, nos hemos enterado de que:
– Su asesino, José R. C, tenía una condena llamada por ‘maltrato simple‘ (¡cielos qué nomenclatura!)
– Había eludido la condena a 14 meses de prisión por el simple mecanismo de apuntarse a un curso de igualdad, aunque luego no lo hizo (copio de El País)
– La suspensión de las condenas con la condición de no volver a delinquir en un plazo determinado -en este caso dos años- y por seguir programas formativos, contemplado en el Código Penal, es muy habitual en las condenas de violencia de género (sigo copiando)
– El servicio de teleasistencia no protege ni siquiera a las mujeres a las que se les concede. No puedo por menos de copiar y pegar aquí íntegramente las declaraciones de Miguel Lorente: «La teleasistencia, en este caso, no habría servido para nada ya que el agresor la atacó por la espalda. La teleasistencia no es un sistema de protección. De esa agresión premeditada no la hubiera podido salvar nadie. Me preocupa que se haya transmitido a la sociedad que el homicidio se ha producido por unos supuestos errores y no por la decisión de un hombre de acabar con la vida de su mujer«.
O sea, que el máximo responsable de la lucha contra la violencia de género nos dice que si un hombre decide atacarnos por la espalda no hay nadie que nos pueda salvar. …(¡así de simple!)
Hay que atajar las causas de la violencia de los hombres contra las mujeres, que son complejas y difíciles de erradicar. Pero me parece que hay cosas muy simples y elementales en las simplemente (valga la super-redundancia) nos están tomando el pelo:
– Hay que vigilarlos a ellos, y es muy simple: las feministas llevamos mucho tiempo diciendo que, a diferencia de las amenazas por terrorismo, cuando una mujer está amenazada por su pareja o expareja tenemos la ventaja de que el agresor está identificado. Si las órdenes de alejamiento se tomaran tan en serio como cualquier otra orden judicial, sería muy simple hacerlas cumplir. Hay que entender que la orden pesa sobre el agresor. Si eso se entendiera, dejaría de oirse que a veces ellas quebrantan la orden, o colaboran a que ellos la quebranten, o consienten… En cualquier otro delito, las órdenes las quebrantan quienes las han recibido, no? ¡Así de simple y lógico! Si se entendiera esto, la vigilancia se ejercería sobre el delincuente, y para ello hay muchos mecanismos, desde pulseras, chips, presentación en comisaría del itinerario previsto… hasta, por supuesto, encerramiento a la primera infracción.
Gemma del Corral lo explica muy bien en este video
Pero el Ayuntamiento de Málaga tampoco había pedido públicamente, antes de ahora, pulseras y chips para todos los maltratadores. Como dicen en mi pueblo, ‘a toro pasao no tiene gracia’. Sin embargo, aunque para Susana ya sea demasiado tarde, no hay tiempo que perder. En lugar de pasarse la patata caliente entre administraciones, todas pueden demostrarnos la voluntad política de proteger a las víctimas si desde ahora se ponen a controlar efectivamente a los agresores; cada cual a su nivel de responsabilidad de actuación. Y que informen públicamente, y que soliciten públicamente los medios que no tienen. Pero no solamente después de los asesinatos sino antes. O sea, desde este momento. Porque yo no he visto que nada haya cambiado desde la semana pasada.