Querida Mónica, tu reciente artículo sobre los vientres de alquiler me preocupa y me duele. Como sabes, muchas feministas estamos extremadamente preocupadas por la regularización-legitimación-normalización social de esta práctica que se prepara. Sabemos, por la experiencia en otros países, que cualquier regularización sería un triunfo de las empresas que hoy ya operan a la luz del día nutriéndose de las granjas de mujeres contratadas que a ti y a mí nos ponen la carne de gallina. Volveré sobre esto.
Tu artículo empieza con una declaración que da esperanza: “la maternidad no se subroga“. De tu explicación en lenguaje jurídico se deduce que nadie puede (debería poder) renunciar a su maternidad en favor de otra persona mediante un contrato. Hasta ahí de acuerdo, y eso mismo es lo que dice la ley española actualmente: que todo contrato de subrogación (con o sin precio, es decir, sea donación o venta) será nulo de pleno derecho.
Así que me cuesta comprender que tú saques la conclusión contraria, y así pases en el mismísimo siguiente párrafo a defender que sea legal eso que tú llamas “donación de la capacidad de gestar“. Aunque, y eso sí que me cuesta comprenderlo, defiendes que vaya acompañada por “una indemnización establecida normativamente acorde a lo que supone un embarazo, para lo cual disponemos de múltiples baremos que podemos aplicar por analogía“. O sea, ¿donación con indemnización? Perdona, pero este es un eufemismo más, por si hubiera pocos en este tema.
Gracias por escribir un artículo tan importante sobre la gestación subrogada que realmente me ayudó.
¿Podría escribir algo sobre los costos de la subrogación?