Cuerpos de mujeres y derechos humanos: ¿qué debate?

Solo Ciudadanos aboga abiertamente por el derecho a alquilar el útero de una mujer para uso reproductivo, pero en todos los partidos políticos encontramos líderes que nos obsequian con la expresión «hay que abrir el debate». Así lo ha declarado el reciente Congreso del PP, y muchos medios de comunicación se han lanzado a la tarea a bombo y platillo.

En este debate, la referencia principal parece ser el deseo, convertido en un supuesto derecho, de alquilar cuerpos de mujeres  como vasijas para gestar óvulos y/o espermatozoides; y la ausencia principal es el deseo y los derechos de las mujeres objeto de esa operación. La pretensión de los arrendatarios es que se reconozca validez legal a los contratos privados por los que las madres se comprometen a entregar a sus futuros bebés; que se permita la reproducción asistida consecuente; y que los arrendatarios se consideren los padres de los bebés a todos los efectos desde el mismo momento de la firma, incluyendo la futura inscripción a su nombre en el registro civil, e independientemente de la voluntad posterior de la madre. Son muchas cuestiones, relacionadas pero diferentes.

Junto a la afirmación « ¡son nuestros hijos!«, nombre que hábilmente han elegido como nombre de su asociación, aparecen idílicas imágenes de niños. Esconden así el problema de cómo los han adquirido. Si comprar niños no es legítimo, ni por tanto legal. ¿Por qué debería serlo comprarlos en un mercado de futuros?

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Entrevista en Cadena Ser Burgos

Linko aquí la entrevista que me ha hecho Rosalía, de la Cadena Ser de Burgos. Una conversación muy agradable con una periodista super-profesional y comprometida con el feminismo.

http://play.cadenaser.com/audio/071RD010000000031935/

Estuvo genial la jornada de debate en el Ayuntamiento de Burgos. Tuve ocasión de comprobar cómo ha avanzado nuestro nivel de conciencia. Ya no nos dejamos engañar por esos llamados «derechos de las mujeres» ni por la mística de la maternidad. ¿Nos engañarán a pesar de todo? ¡Esperemos que no se frustre esta oportunidad histórica!

Y, lo que es muy importante, un viaje muy placentero en compañía de Angeles Briñón y Paco Rozas

¿Salvadas por Salvados?

Este programa de Salvados, que se anunciaba como «La carga de ser mujer», fue una ocasión fallida de abordar con seriedad este tema. En él, el relato de mujeres acerca de las dificultades que se encuentran en el día a día se adereza con algunos datos, de los que se deduce que nos tratan mal las empresas, los medios de comunicación, los libros de texto, etc., etc. Esa simple puesta en común en torno a las preguntas ingenuas de si hay o no machismo, o de si hay o no desigualdad, podría haber sido novedosa hace 40 años, pero a estas alturas es como descubrir el Mediterráneo.

Resulta notoria la ausencia de profesionales feministas que podrían haber aportado una mirada más profunda. Por ejemplo, ¿tienen relación estos fenómenos entre sí y con otros no nombrados, a pesar de su sangrante importancia, como la violencia de género? ¿Son inevitables? ¿Cuáles son sus causas y sus consecuencias? Porque no se trata solamente de recordar datos, ya de sobra conocidos, sino de analizar la naturaleza del problema y, como sugería Pierre Bourdieu, responder a la pregunta relevante en todo fenómeno social: ¿Cómo es que esto es así, y no de otra manera?

Pero lo más interesante es que para ilustrar, se supone, la vida de las mujeres en este país, se eligieran precisamente dos casos extremos: uno el de mujer con dos hijos y ama de casa a tiempo completo. El otro el de mujer altísimamente cualificada, cabeza de familia, sin hijos y con marido dependiente.

Según datos de la Agencia Tributaria, en 2014 había menos de 3 millones de mujeres casadas dependientes económicamente de sus esposos y aproximadamente 400.000 mujeres con esposos dependientes. Si comparamos estas cifras con los casi 11 millones de mujeres que había en el mercado de trabajo ese mismo año, podemos afirmar que los casos elegidos por Salvados son francamente minoritarios y no representan, ni de lejos, a la población femenina española. Como señaló en el programa la camarera de piso participante, la mayoría de las mujeres no podrían elegir ninguno de esos estatus, aunque quisieran.

Si quieren o no quieren es una pregunta que se presta a mucha manipulación. El sistema intenta hacer creer a las mujeres que «eligen» su situación a base de repetir ese cliché contrario a toda evidencia material, con el inestimable concurso de los medios de comunicación. Es curioso que todas las participantes en el programa coincidían en que ellas no han sacrificado nada: las profesionales sin hijos declaran que no han sacrificado nada; el ama de casa declara que lo suyo «no debe entenderse como sacrificio»; y la Práctica de puerto vive su renuncia a la maternidad como una elección que le hace feliz. Pero, ¿qué hubiera sucedido si ellas mismas hubieran intentado elegir otra cosa?

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Feminizar el poder

Debemos agradecer a Pablo Iglesias que, al hablar de la feminización de la política, haya puesto sobre la mesa un gran tema. Bendita ocasión para abordar esta cuestión central en el movimiento feminista que, hasta ahora, no había conseguido atraer la atención de muchos compañeros.

Antes, destaquemos con alegría lo muchísimo que puede activar cualquier debate social el líder de una formación política con 71 escaños por medio de unas simples declaraciones. Esto da una idea del éxito que podría tener una verdadera campaña pedagógica en pro de los cambios estructurales que esta sociedad necesita urgentemente para la igualdad de género y, más ampliamente, para la equidad social.

Pablo Iglesias nos explica que “el espacio fundamental de la política no es el Parlamento”. Pues bien, en ese sentido amplio, la política no es homogénea sino que presenta zonas feminizadas y zonas masculinizadas. Más concretamente, está feminizado el trabajo de base y todo lo que tiene que ver con el cuidado. Por otro lado, está masculinizado el Parlamento y todo lo que tiene que ver con el poder.

El protagonismo de las mujeres en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca es un buen ejemplo. De hecho, como manifiesta  Ada Colau, ese protagonismo es una continuación de su/nuestra dedicación al cuidado. Las líderes de la PAH son sobre todo mujeres, y los banqueros desahuciadores son sobre todo hombres. O sea, la División Sexual del Trabajo sigue en pie.

Lo que hay que feminizar, pues, no es la política en general sino más exactamente el poder. ¿Cómo? Muy fácil: con medidas de paridad a todos los niveles. En rigor, más que de “feminizar” deberíamos hablar de “des-masculinizar”, para llegar a unos poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) “normalizados”, “paritarios” o “equilibrados”. Cuestión de democracia nada más, y nada menos.

Las dudas sobre si las mujeres que se incorporan a puestos de poder pudieran no servirnos si no son suficientemente feministas, o femeninas, o demasiado mucho o demasiado poco de cualquier otra característica, siguen ilustrando el doble rasero por el que se nos juzga: un hombre, en cualquier situación, pertenece al “espacio de los iguales” (así Celia Amorós), iguales en consideración y diversos individualmente; mientras que una mujer siempre pertenecerá al “espacio de las idénticas” y será juzgada en referencia a los comportamientos uniformes esperados del grupo. O sea, los hombres son ante todo seres humanos; las mujeres, mujeres ante todo.

En particular, el miedo a que se masculinicen las mujeres que acceden al poder es muy antiguo y ya ha sido tratado por muchas autoras. En España, debemos especialmente a Celia Amorós y a Amelia Valcárcel que, en el momento en el que nos jugábamos importantes avances en paridad, nos quitaran esas telarañas de la cabeza.

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Segregación sexual: ¿a favor o en contra?

El pasado 18 de Octubre, el Congreso de los Diputados aprobó (con solo dos votos en contra) una Proposición No de Ley (PNL), presentada por PODEMOS, que urge al Gobierno a establecer un calendario completo de aumento del permiso de paternidad desde las dos semanas actuales hasta las 16 que dura el de maternidad, haciendo ambos completamente intransferibles. Como consecuencia, por fin, ha saltado al debate público la necesidad de esta reforma por la que la Plataforma ciudadana  PPIINA viene trabajando desde hace once años.

Si esta propuesta se aprobó casi por unanimidad es porque la sociedad ya no acepta el actual sistema, que se traduce en segregación sexual: si eres mujer te tocará la mayor parte de los cuidados y del trabajo doméstico; mientras que si eres hombre estarás alejado de esos menesteres «femeninos». En el empleo, si eres hombre tendrás más probabilidad de ser jefe, electricista, metalúrgico o cualquier otra profesión «masculina», mientras que si eres mujer es más probable que seas precaria, cuidadora, maestra o enfermera. ¿No es equivalente a la segregación racial o al sistema de castas?

Conceder al padre un permiso de igual duración que el de la madre, completamente intransferible y pagado al 100%, es un éxito asegurado para incorporar a los hombres al cuidado en igualdad con las mujeres. Aún más, solo con aprobarse tendría el efecto inmediato de reconocer que ese es el objetivo y que va en serio. En resumen, contribuiría significativamente a la disolución de la segregación sexual.

Todo esto está tan claro que pocas personas lo contradicen explícitamente. De hecho, la verdadera dificultad para que la PNL aprobada se convierta en ley efectiva es la ofensiva de Ciudadanos, que dice estar de acuerdo pero pretende desactivarla mediante una propuesta trampa. Esta propuesta, apoyada por medios de comunicación como El País y pactada con el PP, consiste en conceder permisos teóricamente iguales pero con una parte transferible que llaman «de libre distribución dentro de la pareja». Y ahí está la trampa: esa parte transferible se la tomarían las mujeres mayoritariamente, convirtiéndose en las cuidadoras principales (y en precarias). Así, se mantendría esencialmente la segregación por sexos de las tareas y de los espacios.

No es de extrañar que los poderes dominantes se opongan a que los hombres asuman el cuidado en la misma medida que las mujeres. Pueden aceptar, si no queda más remedio, que una minoría de mujeres asuman puestos relevantes (menos mujeres y menos relevantes), pero son tremendamente refractarios a la idea de que los hombres se incorporen a las tareas de cuidados en igualdad con las mujeres.

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¡Socorro, a las mujeres nos quieren dar!

Debemos preguntarnos cómo es que, durante toda la llamada crisis, las únicas políticas no cuestionadas, e incluso ampliadas, han sido las relacionadas con el matrimonio y la maternidad. En el IRPF se han introducido nuevas desgravaciones familiares y se ha mantenido la tributación conjunta de los matrimonios (eso sí, evitando en todo momento nombrarla); en las leyes de rebaja de las pensiones se han introducido compensaciones por maternidad; se ha alargado hasta los 12 años de la criatura el derecho a reducción de jornada; y así sucesivamente.

Sin embargo, el presupuesto para los servicios públicos se ha reducido; el legislado aumento en 2 semanas del permiso de paternidad sigue congelado; y las reformas laborales han aumentado la “flexibilidad en el empleo”. Así, tenemos una mano de obra en general cada vez más precaria, con más disponibilidad para la empresa, y una mano de obra femenina que es invitada a descolgarse del empleo cuando hay alguien a quien cuidar.

Para ello se ofrecen a las mujeres incentivos y promesas de futuro, pero no ingresos suficientes. Las prestaciones para el cuidado son misérrimas y no generan derecho a prestaciones de desempleo. Y, por supuesto, no se les ofrece la posibilidad de compatibilizar empleo de calidad con maternidad.

También se han reducido los recursos para paliar las consecuencias de este modelo desigual, que ya eran escasos. Muchas mujeres mayores siguen teniendo que malvivir con una pensión no contributiva de 368 euros, sin que nadie se acuerde de que en su día se les ofrecieron “facilidades” que terminaron costándoles su empleo. Los servicios de atención a las víctimas de violencia de género están cada vez más desbordados y con menos medios. Poco o nada se les ofrece a las que quieren abandonar su situación de dependencia económica, que ya es una situación violenta en sí misma.

En este contexto, Ciudadanos nos propone una “extensión de los permisos de maternidad y paternidad… en 8 semanas respecto a las 18 semanas actuales, con lo que ambos progenitores pasarían a tener 8 semanas iguales e intransferibles cada uno y otras 10 semanas que podrán ser compartidas entre ambos”.

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¿Socialdemocracia sin mujeres?

En la pasada campaña electoral ha tenido lugar un redescubrimiento de la socialdemocracia que, como explica Vicenç Navarro, no es ni más ni menos que la vía democrática al socialismo, aplicando a las políticas sociales el principio «a cada cual según sus necesidades y de cada cual según sus posibilidades».

Qué bien, dijimos muchas, ahora van a entrar en campaña las políticas de reforma estructural que auparon a Suecia hasta los primeros puestos en igualdad social y de género, en renta per cápita, en competitividad, en buena demografía, etc. Ahora, por fin, todas y todos vamos a tener derechos y vamos a contribuir a la sociedad sin barreras ancestrales.

Pues no, por el momento todo eso no ha pasado. Y la clave está en que nuestros políticos siguen ignorando que este 50% de la población que somos las mujeres puede y debe incluirse en el empleo como los hombres; y que el 50% de la población que son los hombres puede y debe asumir su mitad de los cuidados. No es que nieguen este principio, es que simplemente se olvidan.

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El desideratum del ministro Alonso

El ministro Alonso, que nominalmente tiene la competencia de promover la igualdad entre hombres y mujeres, ha declarado que la equiparación del permiso de paternidad al de maternidad es “un desiderátum”, que según el Diccionario de María Moliner significa “lo mejor que se puede desear”.

Si el ministro hubiera hablado con propiedad tendríamos que alegrarnos de su buen entender. En efecto, cada vez es más evidente la tensión entre el avance de las mentalidades y la permanencia de normativas obsoletas que reflejan y tratan de mantener un statu quo sobrepasado por la realidad. Ya la gran mayoría de las personas comprenden que, si hombres y mujeres deben tener las mismas oportunidades para el empleo y para el cuidado, la Seguridad Social y el Estatuto de los Trabajadores deben concederles los mismos derechos.

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Desigualdad económica entre mujeres y hombres: ¿qué nos propondrán los partidos?

Según los últimos datos de la AEAT, en 2013 el monto total de los salarios percibidos por los hombres fue un 54% mayor que el de los salarios percibidos por las mujeres; el de las pensiones un 48% mayor; y el de las prestaciones por desempleo un 42% mayor.

Aunque ya casi todos los partidos y gobiernos reconocen que la situación es intolerable, por mucho tiempo se alegaba que esa desigualdad se iría disipando conforme las mujeres se siguieran incorporando al empleo y aumentando su nivel de formación. Hoy está ampliamente demostrada la falsedad de esta hipótesis: las mujeres son ya el 46% de la población activa y, desde hace tiempo, tienen mayor nivel de formación que los hombres. Sin embargo, la brecha salarial no disminuye y la diferencia entre las pensiones es cada día mayor.

¿Qué hacer?

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¿Por qué PODEMOS?

Por fin hemos llegado a una campaña electoral donde los programas están en primer plano. Y dentro de los programas, la desigualdad social incluyendo la de género. En esta campaña, por primera vez, se habla profusamente de violencia de género, del déficit de representación política femenina, de la desigualdad salarial y de la falta de corresponsabilidad en los cuidados.

Tenemos mucho que agradecer al movimiento feminista, y dentro de él a las líderes y teóricas que han sabido plasmar las reivindicaciones, organizar las movilizaciones adecuadas en el momento adecuado, establecer alianzas y hacer la pedagogía necesaria, tanto dentro como fuera de los partidos, sindicatos y movimientos sociales.

Cómo no, tenemos mucho que agradecer al PSOE, y en particular al Presidente Zapatero, que se declaró feminista y  configuró el primer gobierno paritario. Gestos como empezar la legislatura de 2004 con la aprobación de la Ley de Violencia de Género, o reformas como la de la Ley Electoral para establecer la representación equilibrada en las listas electorales, visibilizaron la desigualdad de género como nunca hasta entonces.

Pero el PSOE se negó a cruzar el umbral de las reformas económicas necesarias para profundizar nuestro estado de bienestar y para derribar los obstáculos con los que se encuentran las mujeres cada día; y aún hoy sigue sin cruzarlo a pesar de las apariencias.

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