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¿En qué se parece una trabajadora del sector de cuidados a un apartamento?

(Publicado en la revista NHU Lavapies – Latina – Embajadores Diciembre 2025 )

Hace unos días asistí a una conferencia sobre las plataformas digitales de cuidados. Quedé impactada, por no decir horrorizada, de todo lo que allí se contó. Alguien estará pensando: ¿y qué tiene de malo? Esa es una ventaja de la digitalización, que puede poner en contacto a las personas de forma segura. ¡Qué tranquilidad que nuestra hija use Blablacar en lugar de hacer autostop con desconocidos! Y qué útil es Airbnb, podemos elegir un apartamento, ver comentarios, poner uno; todo controlado. Pues igual, si necesitas una cuidadora, o si estás buscando trabajo, ahí hay plataformas como Cuideo, Edercare, CareFlick y muchas otras, cada vez más. ¡A un click!

Pero aquí no se trata de apartamentos sino de personas, mujeres que buscan un empleo y no lo encuentran, o quizás ni siquiera tienen papeles. Me puse a leer sobre el tema y me imaginé que cualquiera de ellas contaría lo siguiente:

Para iniciar mi periplo tuve que inscribirme en varias de esas plataformas y subir un currículum con foto que se convirtió en mi “perfil”. La plataforma, mediante algoritmos, me apuntó y clasificó para ayudarme a conseguir un empleo. Bueno, en realidad tanto como empleo… Con suerte, la familia que me elija puede hacerme un contrato como empleada de hogar, si quiere. Mientras, puedo optar a que se me adjudiquen servicios puntuales (les llaman gigs). En ese caso, nadie me impide darme de alta como autónoma si tengo permiso de trabajo, pero no tengo un duro ni expectativas de tenerlo, así que mejor me olvido.

Soy completamente irregular. Las plataformas se presentan como “simples mercados digitales que hacen el contacto entre clientes y trabajadoras”; o sea, no asumen ninguna responsabilidad. Las condiciones son penosas. Yo no negocio ni decido nada, no tengo derechos sociales, y por supuesto mi remuneración es aún menor que la de las demás trabajadoras de cuidados. La plataforma se queda con una comisión por cada servicio que puede llegar al 25%.

Esto de los gigs parece que da mucha flexibilidad, pero tengo que aceptar los que se me adjudiquen sea cual sea el horario, la remuneración, la ubicación del servicio… Muchos otros datos no los conozco, así que no sé a qué me voy a enfrentar cada vez, lo que me crea una ansiedad del 15. Pero tengo que aceptarlos todos y ser completamente encantadora porque si rechazo un gig, o si la familia pone un comentario negativo, mi calificación bajará y perderé oportunidades. Si reincido o tengo más calificaciones negativas, puede que me penalicen económicamente o incluso suspendan mi perfil. Vamos, igual que en Blablacar o en Airbnb, pero con la diferencia de que yo, por el contrario, no puedo calificar a la parte “empleadora” (por decir algo).

Mi aislamiento es total. Aparte de las familias no veo a nadie, ni compañeras, ni encargadas. Una prima dice que soy como los riders que reparten cosas, pero ellos por lo menos veo que se cruzan en el almacén o en los semáforos. Yo ni eso. ¿Y quién dijo seguridad y salud en el trabajo? Ni siquiera tengo línea para reportar problemas porque, como dice Oxfan, “las plataformas son como fantasmas, Aunque figura un teléfono y un email, nadie lo coge ni responde cuando una trabajadora necesita algo”. La Inspección de Trabajo tiene una Guía de Actuación Inspectora en Plataformas Digitales, pero se centra en reparto; de los cuidados nada.

Así es la vida de esas mujeres.. Y vamos a peor porque la demanda de cuidados es cada vez mayor y los gobiernos, además de no invertir lo suficiente ni de lejos, siguen dejando los servicios de atención a la dependencia en manos de empresas privadas que priorizan su lucro sobre la atención a las personas y el bienestar de las trabajadoras. Cuanto más engordan estas empresas más convierten a las Administraciones en rehenes suyos e impiden la remunicipalización de los servicios.

Las trabajadoras de cuidados solo tendrán un trabajo digno cuando los servicios de atención a la dependencia sean suficientes, de calidad, de financiación y gestión pública, sin necesidad de que una persona de la familia se convierta en cuidadora 24 horas ni de recurrir a trabajo esclavo. Todo ello supone que haya residencias públicas con empleadas públicas. En lugar de ello, la UE proclama “el objetivo de la desinstitucionalización”, y también “el objetivo de la digitalización”. ¡menudo cóctel! ¿Cómo no se me había ocurrido que esto tenía que pasar?

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