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Futbol masculino y cambio social

Mucho tiene que cambiar en el deporte, pero es verdad que algo se mueve. En medio de tantas turbulencias, hace unos días me encontré con una agradable sorpresa: este artículo de Ramón Lobo sobre el machismo en el fútbol. Muy bueno y bien  documentado, ofrece evidencias de cómo la marginación de las mujeres se mantiene a base de represión en diferentes formas, micromachismos y macromachismos; machismos al fin y al cabo.

Impagable documento es el vídeo que ofrece con la historia del futbol femenino en el mundo anglosajón a principio del Siglo XX, hasta que algunos hombres «se sintieron amenazados» y se prohibió. Ahora no está prohibido pero sigue habiendo múltiples mecanismos represores.

Ramón Lobo cita una tertulia en la que coincidimos y que según él «salió un poco mal» pero luego le hizo pensar. La verdad de la buena es que aquella tertulia terminó como el rosario de la aurora. los ánimos se caldearon tanto que un participante llegó a afirmar, según él con mucho conocimiento de causa, que el ajedrez es cosa de  hombres porque se necesita fuerza física. Estoy segura de que solo era una de esas afirmaciones que se hacen en el calor de la  batalla.

En los días posteriores me consolé recordándome a mí misma que, según mi propia teoría, es muy difícil cambiar las formas de pensar y actuar sin cambiar las estructuras patriarcales. Y si el fútbol masculino no es un reducto de superestructura patriarcal, que venga Engels y lo vea, me decía yo (teorizar es mi forma de consolarme).

Pero mira tú por dónde, aquella «lapidación de una feminista» no fue en vano. Esta anécdota demuestra que podemos hablar y entendernos, aunque el acuerdo no sea instantáneo. Demuestra que cada vez más personas se unen al clamor contra el insoportable machismo imperante. A pesar de lo que parece a veces, la ciudadanía demanda una catarsis para cambiar a fondo las reglas del juego.

Quedan muchas cosas por discutir, naturalmente. Por ejemplo si el problema se deriva de que las mujeres llevan poco tiempo y por eso no hay costumbre. Esa «hipótesis del efecto cohortes» es bastante frecuente en todos los ámbitos. Sin embargo,la historia demuestra que es falsa. La discriminación puede avanzar y retroceder; depende de las políticas deportivas (en este caso) y, por supuesto, del avance social en otros terrenos (¡la estructura!).

Analicemos desapasionadamente el fenómeno y cuestionemos nuestras propias percepciones. Por ejemplo, el artículo de Ramón Lobo vuelve a hacerse eco de la afirmación de Santiago Segurola en aquella tertulia: «ayudaría si apareciese un Messi mujer». Claro que ayudaría, pero sería un milagro que saliera una Messi tratando tan mal a la cantera. Me extraña que se les olvide este extremo a personas que tanto entienden (de deporte), pero seguramente con un poco más de diálogo seguiremos confluyendo.

En resumen, una muestra más de que, como señala el artículo, son nuevos tiempos. Un eco más del runrun del bien común. Definitivamente, es el momento del cambio social profundo. ¡Seguimos!

 

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