Una de las novelas que más me impactó en mi infancia fue “La Aldea Perdida”, escrita por Armando Palacio Valdés en 1903. Era una aldea idílica en un entorno maravilloso. Como mi pueblo, pensaba yo. Y hete aquí que se descubrió allí carbón, el litio de aquella época; noticia que fue muy celebrada. Pero aquello que llamaban progreso resultó ser catastrófico.
Ahora sé que se trataba de la Cuenca Minera Asturiana, entregada a empresas extranjeras para su explotación y para la sobreexplotación de sus habitantes. Corrompidos por las “ventajas”, estos sufrían el deterioro de su salud y de su entorno natural: “Su encanto se había disipado. …vi hombres enmascarados por el carbón, degradados por el alcohol. La tierra misma había también sufrido una profunda degradación”, escribía Palacio Valdés.
Desde entonces, cada vez que se anuncia una gallina de los huevos de oro, yo me echo a temblar por la población supuestamente “beneficiada”. Es que no falla: después del carbón pasamos al petróleo; y basta echar un vistazo a los países del golfo para no envidiar nada a sus hombres; de sus mujeres ya ni hablar.
Luego llegaron las centrales nucleares y otras fechorías. Ah, perdón, que ahora resulta que la energía nuclear ha sido declarada oficialmente “verde”, por la Comisión Europea y la Agencia Internacional de la Energía, entre otras respetables instituciones. Yo es que, además de intoxicarme en medios obsoletos, desinformadores y propagadores de bulos, he visto los efectos de las nucleares en carne de mis parientes y amistades (véase Almaraz, por ejemplo). Pero perdón, perdón, verde, verde.
El caso es que, avanzando avanzando, hemos llegado a la era del litio y las tierras raras. Por cierto, ¿cómo de raras son estas “tierras raras”? Pues si se necesitan para las baterías de los coches eléctricos, ya me diréis cómo pueden pretender que el parque automovilístico al completo vaya de “eso”. Voy a preguntar al Chat GPT.
Aggg! Me contesta el Chat GPT: “a pesar de su nombre, las tierras raras no son realmente raras, pero se encuentran en concentraciones muy bajas y se deben extraer en grandes cantidades para obtener cantidades útiles. La extracción puede ser costosa y ambientalmente dañina, ya que suele implicar el uso de productos químicos tóxicos y la generación de residuos”. Vaya, esto me lleva a recomendaros “El Planeta de los humanos”, magnífico documental que hicieron Michael Moore y Jeff Gibbs en 2020. A mí me parece un buen repaso al capitalismo verde, pero los «verificadores de noticias» lo han puesto… hummm… verde, permitidme la redundancia. Si lo veis (está en Youtube en español), ya juzgaréis por vosotros/as mismas/os sin fiaros de nadie.
En Extremadura tenemos de todo. No quiero ponerme en plan victimista, pero es que sólo nos faltaba que toda esa veta maravillosa de La Ruta de la Plata fuera una cantera de litio y tierras raras. En nuestro querido pueblo de Cañamero, que en su día se libró de la central nuclear de Valdecaballeros por los pelos, la Junta de Extremadura ya ha dado luz verde a la empresa “Infinity Lithium” para la “fase de investigación” del proyecto de una mina inmensa a cielo abierto, y hay muchos otros. La comarca estuvo en pie de guerra hasta que, con el confinamiento que todo lo cambió, el movimiento social se vino abajo. Ahora no sabemos en qué fase de cocción estará, pero sí sabemos que estos proyectos se llevan en secreto hasta que nos caen encima.
Hay mucho litio y tierras raras en Groenlandia, sí, y parece que es esa la (sin)razón por la que Trump la ha puesto en la portada de los telediarios Pero, sea bravuconada o proyecto real de anexión, lo que está claro es que, al paso que vamos, no tenemos para empezar ni con Groenlandia, China o la Ruta de la Plata.
Por hablar solo de los móviles y del litio: ¿habrán echado cuentas de cuańtas minas se necesitan para que cada habitante humano del Planeta gaste una batería de móvil cada cuatro años? Si nos dieran razón y nos preguntaran, quizás la mayoría aceptaríamos desconectarnos cuando salimos a la calle, y podríamos seguir disfrutando de las ventajas tecnológicas en ordenadores conectados por cable. ¿Por qué no lo hacen? ¿Y por qué habrían de hacerlo, si pueden seguir aumentando sus beneficios a nuestra costa?
A nuestra costa y a costa de nuestras vidas (las vidas de toda la gente del planeta también son nuestras). Ojo al petróleo y al gas natural que hay debajo de Gaza; ojo al agua que hay en los Altos del Golán. Ojo a proyectos como el canal de Ben Gurion como alternativa al canal de Suez, que pasaría por el norte de Gaza. Lo del resort turístico que dice Trump planea en Gaza, con toda su importancia, ¿no será además el chocolate del loro que nos hace desviarnos de los grandes business?
El globo terráqueo convertido en una Aldea Perdida Global, y la humanidad entera adicta a las “ventajas”. Eso sí, todo bajo control.
(Primera versión publicada en la Revista NHU Lavapiés, Latina y Embajadores)