Sabemos que todas las feministas españolas, socialistas o no, estamos igualmente desoladas al ver cómo el Gobierno ha dado la espalda a su compromiso con la igualdad.
El compromiso fue solo simbólico, pero ahora que se ha acabado el espejismo es hora de reconocerlo: el ‘efecto Zapatero’ hizo que, en España, las expectativas de igualdad llegaran a ser mayores que en ningún otro momento histórico. No se dieron muchos pasos prácticos sustanciales, y algunos fueron en la dirección contraria, pero se mantuvo por 6 años la ilusión de que algo podía cambiar, de que al menos se reconocían las razones y de que el debate nos podía llevar a empezar, un día no lejano, a cambiar el rumbo. Gestos, más bien, pero ¡qué importantes son los gestos!
Zapatero, nada más llegar al poder, dijo que las mujeres somos el mayor potencial para el desarrollo económico. La entonces Vicepresidenta De la Vega y el entonces Secretario de Estado de Hacienda Fernandez Ordoñez declararon que avanzar en igualdad no solo era posible económicamente sino absolutamente necesario para una economía eficiente y sostenible. Reconocieron, en suma, que nuestra opresión no es en aras de un mejor funcionamiento económico sino todo lo contrario; que el patriarcado se mantiene a pesar de que cree muchos problemas a la economía. ‘Igualdad justa y rentable’, repetían con nosotras.
Y al igual que la desigualdad no era culpa de la economía entonces, tampoco lo es ahora. Ni ellos lo han dicho, al contrario: el nuevo Vicepresidente Rubalcaba ha declarado que lo de bajar a dos ministras de rango ha sido «un esfuerzo de austeridad más pedagógico que presupuestario”. El propio Presidente se limitó a contestar en la rueda de prensa que la eliminación del Ministerio de Igualdad respondía a “una demanda de amplios sectores de la población”. Tampoco han exhibido mucho los 200 millones que se ahorran con la anulación de la ampliación del permiso de paternidad a 4 semanas (‘no es el momento’, dijeron), y es lógico, ellos entienden de presupuestos y saben que esa partida era ‘el chocolate del loro’.
Que no es la economía la causa de esta desgracia, ni de todas las demás, las feministas lo sabemos porque siempre se han rechazado nuestras demandas, cuando la economía iba bien y cuando va mal. Y lo sabemos porque no es la única vez que una ola se estrella contra la arena. En Francia también la izquierda creó un Ministerio de Igualdad en 1981; y también la izquierda lo suprimió en 1986 (la historia se repite casi literalmente!). Entonces, las feministas francesas lanzaron un manifiesto de protesta llamado ‘Déclaration des mille et une’.
En España 2010 parece que los tiempos son otros. Me dan ganas de decir que la paridad tiene sus mecanismos perversos de cooptación, aunque a pesar de ello siga siendo tan absolutamente necesaria. Pero hay algo más grave que callar. Puedo llegar a comprender que haya quien no quiera significarse; admito incluso que haya quien necesite ahogar su pena repitiéndose a sí misma frases que no se cree en el fondo de su corazón, como la de ‘el compromiso con la igualdad seguirá’. Pero a lo que no hay derecho es a echarle la culpa a la economía.
Es devastador oír en foros feministas que las dificultades se deben a la globalización, a la presión de otros países, a los mercados… Y lo que es más grave, ver que se repite sin mucho interés por discutirlo.
Algunas feministas/economistas llevamos mucho tiempo luchando por las reformas económicas efectivas para la igualdad real; explicando que la batalla por el feminismo de la igualdad en política, que con tanto éxito libramos hace 30 años, se libra hoy en economía… Pero algunas personas, además de no mostrar interés por los temas económicos, han llegado a rechazar el argumento de eficiencia como zafio, como si contaminara al ‘inmaculado’ argumento de justicia con solo ponerse a su lado. Y ahora resulta que hablan de economía… Pero hete aquí que lo hacen para ‘repetir’ los argumentos del patriarcado y del neoliberalismo. Peor aún, para decir lo que ellos no dicen, para justificar lo que ellos ni siquiera se atreven a justificar porque no tendrían razones y, también hay que decirlo, porque no lo necesitan.
¿Lo necesitamos nosotras? Por favor, pensadlo un momento. Que cada una calle si quiere, pero que nadie haga esa función de primera línea de combate, que tan bien casa con el mandato de género y que tanto daño puede hacer al feminismo.
Hoy en El País: fantástico artículo de Lourdes Benería y Carmen Sarasúa. ¡No os lo perdáis!
Incondicional de tus observaciones. Certera, lúcida, inteligente y clarita.
un beso (con permiso) :))
totalmente de acuerdo con tu comentario, muy bueno, el feminismo, es la lucha permanente por nuestra igualdad y libertad, no puede ponerse al servicio del patriarcado, sea de derechas o de izquierdas,esto supone un pasa atrás imperdonable.