Lo que prometía ser un gran artículo termina clamando por la regulación de la prostitución.Tremenda paradoja donde las haya, empezar hablando de misoginia y de asesinatos a mujeres para llegar a sugerir que odiamos a las mujeres las personas que nos oponemos a la regulación (calificadas por ella como «algunos hombres y algunas mujeres, que a veces hacen de herramienta«).
Tremenda y rocambolesca paradoja porque es el abolicionismo, y no el regulacionismo, quien califica la compra de servicios sexuales como violencia machista. ¿Sabrá esto Fanny Rubio?
Pero el articulito se las trae aún más: las personas abolicionistas, continúa Fanny Rubio, no solamente odiamos a las mujeres sino que somos culpables de «esperar tres años con las mujeres que se prostituyen en la calle, sin asistencia, tutela, defensa ante las mafias que las acorralan, acosadas por los mil vaivenes de su vulnerabilidad, únicamente para dejar a salvo nuestra mirada escrupulosa, llevándolas al límite de su subsistencia» Y acaba con el colofón-desvarío final: «Claro, que siempre está la maleta«. O sea, traduzco: que ya solo nos queda librarnos de ellas matándolas.
Con todo, lo que me importa es lo que podemos sacar del estudio del ‘caso Fanny Rubio’. Por encima del tremendo dolor que nos haya podido causar este artículo, debemos comprender que Fanny Rubio es una mujer de buena voluntad. Como muchas otras personas, cree que la disyuntiva está entre regulación o no hacer nada. Este es el terreno en el que ganan los regulacionistas, su gran argumento: ‘algo hay que hacer‘. Y debemos reconocer que en parte ese es el terreno en el que les estamos dejando jugar: los regulacionistas quedan como quienes están proponiendo algo y las abolicionistas como quienes se limitan a decir «¡no, no y no!«, pero sin proponer nada práctico.
Por eso, mientras no tomemos la iniciativa política proponiendo soluciones, el abolicionismo no avanzará sustancialmente. Y la solución es bien sencilla: LA LEY SUECA. Ya he escrito profusamente en este blog y explicado que no es tan difícil, y que es urgente actuar.
A veces parece que con soluciones radicales te vas a poner a la gente en contra, pero no siempre es así: la solución sueca nos ha abierto los ojos a mucha gente. Porque, además de comprender que es posible hacer algo, hemos comprendido por qué no se hace en otros sitios, como explica este maravilloso y breve artículo: la clave es comprender que la tolerancia social hacia el consumidor/cliente/putero va con una consideración de las mujeres como la pura mierda. No de las prostituídas solamente sino de las mujeres en general. De todas nosotras, incluída Fanny Rubio.
Cierto, la lucha debe ser radical, y los hombres debemos concienciarnos cada vez más de la gravedad del problema.
Fantástico artículo. Me encanta el blog.