El 18 de Junio, muchas feministas nos reunimos en Madrid para exigir que se habilite un espacio propio para la Biblioteca de Mujeres en Madrid. Aquí está ya subido
También os dejo a continuaciónn un articulillo que escribí para la revista de NHU Lavapies.
Biblioteca de Mujeres en Madrid: ¿por qué un espacio propio?
La Biblioteca de Mujeres consta actualmente de unas 30.000 publicaciones de mujeres y sobre mujeres que la bibliotecaria feminista Marisa Mediavilla ha ido acumulando durante 50 años. Después de muchos avatares, este tesoro se encuentra acumulado en los sótanos del Museo del Traje, a la espera de que alguna institución tenga la voluntad política de concederles un espacio propio para que toda la ciudadanía pueda leerlos.
Mucha gente dirá que hoy en día ya está demodé eso de una biblioteca de mujeres, porque de lo que se trata es de que las escritoras, la historia y los debates sobre mujeres estén en todas partes. Claro, de eso se trata, y ojalá sea así en el futuro, pero la realidad actual es muy diferente. Veamos algunos ejemplos que ilustran el desconocimiento y la indiferencia social hacia estos temas.
¿Cuántas personas en España conocen a María Telo Núñez, la artífice de la reforma del Código Civil Español que, en 1975, eliminó la obediencia debida al marido y la licencia marital? Su libro «Mi lucha por la igualdad jurídica de la mujer» se editó en 2009 y ya hace tiempo que está descatalogado.
Clara Campoamor consiguió el voto para las mujeres españolas en 1931 y publicó en 1936 su libro «Mi pecado mortal, el voto femenino y yo«, pero para leerlo tuvimos que esperar 50 años hasta que la editorial feminista La Sal lo reeditó en 1981, y muchos más para que volviera a ser conocida por la ciudadanía.
Rousseau declaró: «la mujer debe ser pasiva y débil. Las mujeres están hechas especialmente para complacer al hombre». Aristóteles manifestaba que las mujeres tenemos menos dientes que los hombres. Como le replicó Bertrand Russel, podría habérsele ocurrido examinar la dentadura de alguna de sus dos esposas, pero el gran intelectual no tuvo esa elemental idea.
No todos los filósofos fueron tan machistas. Russel, sin ir más lejos, escribió en 1910 que algunos hombres se oponían al sufragio femenino porque «temen que su libertad para actuar de manera ofensiva hacia las mujeres se reduzca».
Las escritoras publican con mucha más dificultad y sus libros tienden a no reeditarse; las encuestas revelan que los hombres leen muy poco a las mujeres. Por ello, muchas escriben bajo seudónimo masculino. Gregorio Martínez Sierra, supuestamente uno de los escritores más famosos y prolíficos de principios del siglo XX, en realidad no escribió nada, porque era María Lejárraga quien escribía todo lo que él firmaba. Hoy esto es un hecho demostrado, pero a él se le sigue describiendo como «un escritor español».
De las hazañas de las mujeres vamos ya sabiendo algo de todo lo que se oculta. Por ejemplo, la primera realizadora de cine de ficción fue Alice Guy-Blaché. Hizo hasta mil películas, pero ha sido ignorada por los libros de historia del cine. María Teresa León dirigió la evacuación de las obras del Museo del Prado durante la Guerra Civil española para salvarlas de los bombardeos, pero raramente se la cita en las crónicas. María Moliner elaboró el diccionario de uso del español más completo y, según García Márquez, mucho mejor que el de la Real Academia, pero nunca fue admitida en esa institución. Etc.
Cuando la Biblioteca de Mujeres en Madrid sea una realidad, ojalá esté frecuentada por muchos hombres ávidos de descubrir la historia olvidada de las mujeres, el legado no siempre honroso de nuestros clásicos al respecto y, en general, los escritos de y sobre mujeres, sean feministas o misóginos. Muchas mujeres seguro que van a acudir. Hombres veremos cuántos, pero todos y todas merecemos esa oportunidad.