Artículo publicado en elcomun.es
El feminismo es un movimiento de liberación que trabaja para eliminar la división sexual del trabajo, que es la base económica del patriarcado. Queremos que las mujeres sean económicamente independientes y por tanto puedan decidir sobre sus vidas; que no estén discriminadas en el empleo ni sufran sobreexplotación en el hogar. Para ello, los hombres tienen que asumir su 50% de los cuidados. Y el momento clave en el que se consolidan (o no) los roles de género es el nacimiento de un bebé. Antiguamente los padres estaban ausentes del cuidado; ahora están presentes pero sólo como ayudantes. Las mujeres siguen asumiendo el grueso del cuidado y del trabajo doméstico.
El diseño de los permisos por nacimiento y cuidado de las criaturas, de tal manera que los hombres sean corresponsables, es una vieja reivindicación feminista. No porque ignoremos el hecho del parto sino, precisamente, porque 1) hasta que se recupera la madre, ella y el resto de la prole (si la hubiera) necesita cuidados, para lo que se requiere al padre o a la otra madre; y 2) después, este/a puede turnarse con la madre para cubrir el mismo periodo que ella. En total, mismo periodo de permiso, misma ausencia del puesto de trabajo, misma responsabilidad.
Cuando ya se hizo evidente que era una barbaridad dejar solas a las madres después del parto (en España, hasta 2007 el padre solo tenía 2 días), y cuando el movimiento feminista alzó la reivindicación de la corresponsabilidad de los hombres, los países empezaron a hacer reformas de los permisos en los que se eliminaba la desigualdad explícita pero se introducían trampas soterradas para que los padres siguieran sin quedarse solos al cargo de sus bebés. Suecia fue en 1974 el primer país en conceder el mismo tiempo a los padres, pero inventó la trampa de la transferibilidad (por primera vez un derecho laboral y de Seguridad Social se pudo transferir). Como se esperaba, la gran mayoría de los padres transfieren todo lo transferible a las madres. Sigue leyendo