Un día descubrimos que Iñigo Errejón es un depredador sexual. ¡Qué decepción! ¡Qué sorpresa! Los medios hablaron intensamente durante semanas de Errejón y de su partido.
Tolerancia cero: después de tantas décadas, o siglos, las feministas tenemos que felicitarnos al ver algunos frutos de nuestra lucha. Qué diferente la reacción de la sociedad española ahora (véase también el caso Rubiales) a la de hace no mucho tiempo. ¿Recordáis cuando Aznar le metió un bolígrafo en el escote a la periodista Marta Nebot? Hubo un escándalo mínimo. Ah, claro, aquello fue una falta de respeto quizás no tan sexual, aunque nunca se lo hubiera hecho a un hombre. ¿Pero dónde está la línea divisoria entre la sexualidad y el poder? Tratar a las mujeres como objetos; esta es la sexualidad depredadora y este es el poder patriarcal.
Mujeres objetos: leamos los deplorables comportamientos de Errejón hacia las mujeres: trato degradante (incluyendo tocarles el culo), demanda de prácticas sexuales humillantes, bloquear a las que no se prestaban a ellas, expulsarlas de casa o del hotel después del acto sexual…. Un momento: ¿no os suena?
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