en Economía, Feminismo ante la crisis, PPIINA, Referencias

Conversación con Esping Andersen

Vengo de Barcelona de participar en este ‘diálogo público’ con Gosta Esping Andersen organizado por el Espai Françesca Bonnemaison

Para prepararlo me he triturado su último libro titulado ‘La revolución Incompleta; aunque solo fuera por haberme dado la oportunidad de imponerme esa auto-obligación, la experiencia hubiera sido productiva.

El terreno de juego para la conversación me parecía inmejorable, pues en general comparto muchas de sus aportaciones: Por un lado su tesis, ya enunciada en su famoso libro Tres mundos del Estado del Bienestar Capitalista, de que el «El Estado del Bienestar es un poderoso mecanismo que conforma decisivamente el futuro«. Por otro sus análisis sobre la complementariedad/coincidencia del triple objetivo de 1)equidad social, 2)equidad de género y 3) eficiencia económica.

Sin embargo…. La divergencia se plantea, creo yo, al definir el punto de referencia, el modelo que se defiende. En definitiva, hasta dónde se quiere/puede llegar en equidad y en eficiencia.

Él toma como referencia el modelo de Conciliación/Estado de Bienestar danés, basado en: a) servicios públicos (de altísima calidad y de acceso universal) para la educación infantil y para la atención a la dependencia; b) horarios a tiempo completo más racionales; y c) la madre se queda en casa un año, luego trabaja a tiempo parcial un periodo (no determinado pero se supone que corto), y ale, de vuelta al puesto de trabajo a tiempo completo que se supone le ha estado esperando.

Dinamarca es un ejemplo del modelo que Diane Sainsbury llama modelo de ‘roles de género separados‘ o ‘separación de roles de género’.

Este modelo, comparado con el español o el alemán, es más equitativo y más eficiente: las mujeres no son ‘amas de casa’ dependientes económicamente; la fecundidad es mayor (1,8; en España 1,3); hay mucha menos pobreza infantil; hay mucha menos economía sumergida; y se aprovecha más el capital humano de las mujeres, que tienen ingresos y pagan impuestos durante casi toda su vida.

Pero, como él mismo señala (y suponiendo por un momento que pudiera revertirse la tendencia a la ‘flexiguridad’ y a la des-regulación de los mercados de trabajo que hacen múcho más difícil la instauración hoy de un modelo de ‘separación de roles‘ como el danés), en Dinamarca quedan problemas por resolver:

– Continúa  la segregación del mercado de trabajo (la mayor del mundo). Las mujeres siguen especializadas en los trabajos de cuidado (aunque empleadas por el Estado y mejor pagadas que en España, siguen peor pagadas que los hombres). Continúa la falta de promoción laboral de las mujeres, en parte debida al fenómeno conocido como ‘discriminación estadística‘: las mujeres (y no solo las madres) son mano de obra de alto riesgo para los empresarios por ser ellas las que se toman casi todo el permiso parental (más de un año), las que ‘optan’ por el tiempo parcial y las que cargan con la mayor parte del trabajo doméstico. Los hombres, aunque comparten el trabajo doméstico mucho más que en España, están muy lejos de asumir su mitad. Los empresarios saben, cuando contratan a un hombre, que ‘probablemente’ su alejamiento del puesto de trabajo en caso de paternidad será mucho menor que el de una mujer en caso de maternidad.

En definitiva, esta nueva división del trabajo /separación de roles origina grandes problemas de equidad y de eficiencia; entre los que no son despreciables las externalidades negativas provocadas por el comportamiento/socialización diferencial de los hombres (fracaso escolar, violencia….).

Para superar los problemas de este modelo, Diane Sainsbury propone el modelo llamado de ‘personas sustentadoras/cuidadoras en igualdad‘. O sea: el modelo de Dinamarca en lo que se refiere a servicios públicos y horarios a tiempo completo más racionales (o sea, a) y a b) anterior) PERO cambiando c) por: ELLA Y ÉL COMPARTEN EL TRABAJO DOMÉSTICO Y DE CUIDADOS AL 50%. Se quedan el mismo tiempo para cuidar a los bebés. Ninguna persona sacrifica su carrera profesional. En definitiva: la igualdad total.

El modelo de igualdad total no se ha conseguido implantar completamente en ninguna parte del mundo (aunque Suecia optó por él en los años 60/70, la transferibilidad de los permisos parentales entre progenitores es un gran punto negro en su aplicación), pero sabemos qué políticas públicas nos conducen a él (y cuáles no) Para ello: los permisos iguales e intransferibles son un elemento emblemático, en cuanto que sintetiza si apostamos por la corresponsabilidad de verdad o solo de palabra.

Mi pregunta fundamental era: el modelo de igualdad total, ¿no es más equitativo? y ¿no es más eficiente? entonces, ¿no es en realidad el verdadero ‘optimo de Pareto’?

Su respuesta: que este es ‘mi nirvana particular’ y que tendré que convencer a hombres y a mujeres, porque… tatatachan…. ¡»las preferencias son distintas»!

Ah, claro, si ya me lo había imaginado leyendo su libro: ¡con el problema de las preferencias hemos topado!!!!

Pues ya me diréis si no es divertido: me pasé el resto de la charla argumentándole al mismísimo Esping Andersen su propia tesis de que las preferencias vienen determinadas por el entorno de políticas públicas, o sea por el modelo de Estado de Bienestar.

Y me he dado cuenta de que esta tesis, que él tuvo el mérito de sintetizar/aplicar en ‘Los tres mundos‘, es muy vieja: ¿No decía ya Marx que ‘es la vida la que determina la conciencia’?

En particular: las preferencias de las mujeres y de los hombres no son las mismas en Marruecos que en Suecia, ni eran las mismas hace un siglo que ahora. Por eso, dígo yo que algo tendrá que ver todo esto con la limitación de las opciones que se le dan a la gente para elegir, ¿no? Y, ahora que lo pienso, ¿os acordáis de la fábula de Lafontaine sobre la zorra y las uvas? Venía justamente a concluir algo así como: ‘no se prefiere/pretende algo que no se puede alcanzar’ (o se cree que no se puede).

Hoy tenemos ya bastante recorrido histórico para afirmar que las preferencias siempre son invocadas por el estatus-quo patriarcal para argumentar que las mujeres no quieren la igualdad. Y en general por cualquier sistema de dominación para argumentar que las personas oprimidas no quieren los cambios, a pesar de las malas influencias de subversivos/as, feministas y otras ‘manzanas podridas’.

Y, hablando de preferencias:

  • Esping Andersen (como buen danés) dice que los niños deben qedarse 1 año en casa con su mamá o su papá (que resulta ser sobre todo su mamá), porque ir antes a la educación infantil es malo para ellos/as.
  • Los alemanes piensan que niños y niñas deben quedarse 3 años en casa con su mamá, porque despegarse antes de ella es malísimo (y las madres que vuelven al empleo antes son consideradas malas madres).
  • En EEUU llevan a los niños/as a la escuela de educación infantil a los 4 o 5 meses de edad, y ello no parece que sea la gran catástrofe para la salud mental infantil.

En definitiva, una vez más: la gente cuenta la feria según le va.

Moraleja: ¡A otro perro con ese hueso de las preferencias!

Y todo esto me recuerda la tesis de Pierre Bourdieu: La persona investigadora no es ajena al objeto de estudio. Por eso no muchos hombres (tampoco muchísimas mujeres, pero algunas más) llegan muy allá en la lucha por la eliminación de la división sexual del trabajo.

¡Es que hay que imaginárselo!

Añado linnks a dos reseñas sobre el acto publicadas en la revista Donesdigital:

la de Laia Serra y la de Lina Barber.

Y lo mejor fué la cañita (bueno, como se llame en Cataluña) que nos tomamos después Cristina Carrasco, Laia Serra y yo. ¡Gracias, compañeras!

Escribe un comentario

Comentario