en Aborto

Nosotras parimos, nosotras decidimos: demostración por reducción al absurdo(*)

El otro día, después de una conferencia que dí en el XXIX Congreso de Teología, una pareja de jóvenes se acercó a plantearme su duda. Yo me había referido al derecho exclusivo de la mujer a seguir con su embarazo o a abortar. Ella y él decían: ¿no será eso marginar a la otra parte de una decisión que concierne a ambas personas?

Ya me había encontrado con esa pregunta antes, y me parecía difícil, pero esta vez se me ocurrió una argumentación simple con la que esta chica y este chico quedaron muy content@s. Ahí va:

Imaginaos que sois una pareja y os llamáis Chica y Chico. En todo momento (no solo ante un embarazo) la cuestión de si tener hij@s o no está ahí planteada. ¿Cuáles son las posibilidades?:

A) Chica decide ser madre pero Chico no quiere ser padre. Chica tiene derecho, pero no puede exigirle a Chico que se embarque. Seguramente será el fin de la pareja. Chica tendrá su niño/a probablemente sola o buscará a otra pareja que esté de acuerdo con ella. OK

B) Chica y Chico deciden conjuntamente tener un hijo/a. Qué bien, ¡enhorabuena! Decisión conjunta, ningún conflicto.

C) Chico decide ser padre pero Chica no quiere ser madre. Chico tiene derecho, pero no puede exigirle a Chica que se embarque. Estamos como en la situación A, ¿o no? (- sí, sí!) No queremos que nadie imponga su decisión a nadie, ¿verdad? (-¡no, no!). Entonces, como no hay ninguna otra solución, la cosa está clara:

– Para el aborto solamente hay que preguntarle a la persona embarazada: si otra persona está de acuerdo no hace falta preguntarle; si no está de acuerdo, hay que evitar las presiones que pueda ejercer.

Para el caso de una joven de 16 años y sus padres, se puede utilizar la misma argumentación: si los padres están de acuerdo y ayudan a la joven, no hace falta que la Ley diga nada. Si los padres no están de acuerdo, la Ley debe estar ahí para garantizar la libertad de esa joven frente a las presiones, no para colaborar con ellas en cualquiera de las formas.

En cambio, para mí el único problema ético es el contrario (¿por qué las feministas siempre vemos las cosas al contrario?): si una joven de 16 años decide seguir adelante con su embarazo, el problema es que los padres no pueden romper con ella como sí puede Chico en el caso A). Sin embargo, a los padres (y sobre todo a la madre), esa decisión les cambia la vida. Bueno, pues aún así, creo que los padres no tienen derecho a hacerla abortar. La decisión siempre debe ser de la mujer, para tener hijos o para no tenerlos. Por eso las feministas decimos:

¡Nosotras parimos, nosotras decidimos!

(*): A muchas feministas este post les parecerá demasiado elemental. Lo entiendo. Pero creo que debemos esforzarnos por explicar las cosas a la gente que no ha tenido antes contacto con el feminismo. Para ello, podemos apelar a los valores universales ya aceptados, solo basta aplicarlos coherentemente a todas las personas (lo que ahora no se hace). Ese es el método que nos ha enseñado Celia Amorós en Feminismo e Ilustración, y este esfuerzo pedagógico (también con nosotras mismas) es muy rentable.

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Comentario

  1. Soy profesora de sencundaria, y día a día me esfuerzo por explicar el feminismo desde la aplicación de valores compartidos a conflictos concretos.
    En una cena con unos amigos, surgió la frase «nosotros aportamos nosotros decidimos» y algo que parece tan fuera de duda fue cuestionado tanto por ellos como por ellas: «ahí está mi semilla, no puedes hacer lo que quieras con ella, también es mi hijo». Como bien dices, María, no puedes querer la libertad de no ser padre y también el derecho a ser padre contra la libertad de la persona de la que dependes para ello y de la que estás exigiendo disponer de su cuerpo, lo que la convierte en cosa. Darte cuenta te civiliza, de hace persona.